Estimados lectores,
Mucho se ha hablado de la gestión del cambio. Y seguramente
mucha tinta seguirá empleándose en este tema.
¿Porqué?
Porque las empresas necesitan actualizarse en sus procesos
(de negocio, operativos, o de gestión) para hacer frente a los desafíos que le
impone alcanzar el “triple resultado” (ver post anterior).
Pero, sin embargo, las personas somos conservadoras por
naturaleza. Nos sentimos cómodos en el status quo. No queremos salir de nuestra
zona de confort. Estamos bien con la forma en que hemos hecho las cosas hasta
hoy (¿estamos bien?).
Las empresas necesitan cambiar, pero las personas somos conservadoras por naturaleza.
Para conseguir mejores resultados, toda organización necesariamente deberá cambiar la forma en que hace las cosas. Mucho o poco, pero deberá cambiar.
Como dice una de las citas favoritas de Robert Kiyosaki:
“Todos quieren ir al cielo, pero nadie se quiere morir”, como ejemplo
contundente que, para alcanzar lo primero, inexorablemente hay que pasar por lo
segundo.
Con el cambio pasa lo mismo: cuando hay que transformar una
organización, el primero que tiene que transformarse es el empresario.
Y ser él mismo el motor del cambio. Con liderazgo,
promoviendo las acciones y modificaciones necesarias, y sobre todo, comunicando
eficazmente a las personas a su cargo cuáles son las razones y los objetivos
perseguidos con el cambio propuesto.
Y acá está el primer obstáculo. La mayoría de las personas
con responsabilidades de Dirección, son las más reacias a realizar cambios en
su organización.
Les cuento un ejemplo personal:
Una firma nos contrató hace un tiempo para modernizar su
gestión empresarial. Sus resultados no eran buenos. En las múltiples reuniones
que tuvimos con los 3 socios-accionistas que gerenciaban la organización, ante
cada propuesta, y en innumerables oportunidades solo tuvimos como respuesta:
NO se puede.
NO es fácil de implementar.
NO se estila en esta industria.
NO hay recursos.
NO estamos seguros.
NO sé si es el momento adecuado.
Es el empresario quien debe liderar y ser el motor del cambio.
A lo largo de 2 años pudimos llevar adelante solo 2
proyectos. Se pusieron en marcha y funcionaron aceptablemente bien durante un primer
período de prueba. Pero requerían que cada socio (cada uno ocupaba una gerencia
operativa) los impulsara nuevamente en el período siguiente. Ninguno de los 2
proyectos tuvo continuidad.
En ese momento dimos por concluido nuestro trabajo.
Fue uno de nuestros mayores sinsabores, pero también nos
dejó una experiencia fundamental.
Heráclito sostenía que lo único permanente es el cambio.
Y esa expresión hoy en día cobra mayor fuerza aún en el
ámbito de la empresa pyme.
Las pyme son habitualmente ejemplo de flexibilidad, adaptación, y agilidad de respuesta. Ud, como empresario, ¿está dispuesto a cambiar y promover el
cambio necesario?
Como anécdota, comparto con Uds. lo que decía días atrás un
importante directivo de una empresa multinacional: “Tenemos una Planta en San
Nicolás (*). Cuando compramos la empresa, quisimos cambiar el logo de la
compañía anterior, que estaba pintado en el exterior de un gran tanque de agua,
a varios metros de altura. Se podía ver desde varios puntos de la ciudad. Ese
logo había estado allí por décadas. Era un ícono del lugar. Pero primero
tuvimos que negociar con los sindicatos, que se oponían. Después con la
comunidad y con el gobierno local. Y finalmente con nuestros propios ejecutivos
y empleados, que tenían una fuerte identificación con ese logotipo. Tardamos 5
años en hacerlo. Y, en el fondo, era solo un logo”.
Los cambios son dolorosos, pero imprescindibles.
Hasta el próximo encuentro.
Federico Mondelo.
(*) San Nicolás es una importante localidad de Argentina, ubicada
a 87 km al sur-este de la ciudad de Rosario. Es un fuerte polo industrial, con
predominancia de empresas siderúrgicas, metalúrgicas, y metalmecánicas.
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